miércoles, 9 de marzo de 2016

A las mujeres y hombres sinceros, a los que buscan la justicia.


“y están atentos tus oídos para defender al desvalido y
al oprimido y así los hombres de barro no puedan oprimirlos”.
Salmo 10, 17-21

No suelo escribir sobre mí pero he de contarles un poco de mi historia, se trata de una historia nueva y antigua, una historia como la de muchos otros. Sé de cierto; lo he visto, que la palabra honesta y valiente puede convocar, acercar, y unir, que el actuar nunca naufraga si persigue un ideal.
He compartido mi vida y sus días con los demás, con aquellos que siempre han de buscar, porque buscan justicia, alegría, libertad, el pan de todos. Caminando como cualquiera aprendí de penas y felicidades, pude ver a la gente vivir justa y libremente, entendí entonces que no se ha perdido todo, que el mundo puede ser un lugar mejor.
Estudio la carrera de filosofía en la UNAM, de la filosofía he aprendido muchas cosas entre ellas que cada uno de nosotros tienen un compromiso con los demás y con sus circunstancias, he participado socialmente dando clases de alfabetización, primaria y secundaria para adultos, y ajedrez; apoyando la organización de talleres de análisis sobre América Latina, educación y sobre situación de nuestro país; he ayudado en la conformación de pequeñas cooperativas y uniendo mis anhelos y mi suerte a la de la gente, nada de esto constituye un delito; sin embargo, no son nuevos en este país los montajes que fabrican presuntos culpables y la tortura que viola los Derechos Humanos.
Fui detenido por la Policía Federal la noche del viernes 17 de mayo de 2013 en el Distrito Federal, por suerte ninguna de las balas que me dispararon pudo alcanzarme, por casi 30 horas fui torturado por personal de la Policía Federal y de la SEIDO con amenazas, golpes, asfixia, simularon mi ejecución, entre otras cosas, todo para que aceptara un delito que no cometí y repartiera culpas que no conozco, preguntaban también por gente que participa en el movimiento social, en tan difícil circunstancia repetía en mi mente las palabras que alguna vez escuché: “frente al dolor del mundo mi pequeño dolor”, las horas parecían negar su paso pero defendí la verdad de mi inocencia. Resisto la tortura, porque la tortura no terminó aquellos días, vuelve y embiste de nuevo en la intimidad de la memoria.
De manera franca y humilde pido el apoyo y la solidaridad de quienes creen en la justicia difundiendo mi caso y uniendo esfuerzos, alzando la voz contra la injusticia en cualquier medio, o rincón posible, caminemos juntos hacia un país mejor donde la injusticia, la tortura y la mentira no prevalezcan.

Enrique Guerrero Aviña.
Puente Grande, Jalisco (México)
25 / Agosto / 2013 

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